El molesto “enfriamiento” del cual nos advertían nuestras madres y abuelas por consecuencia del alto consumo de hielo y bebidas frías, por no abrigarse lo suficiente la zona pélvica, o por sentarnos en el suelo, es lo que formalmente hoy conocemos como “cistitis no infecciosa”.

«Cistitis» es el término médico para la inflamación de la vejiga. Y sin embargo, la realidad es que la mayoría de los casos de cistitis no son debido a cambios de temperatura, sino como consecuencia de una infección urinaria, normalmente bacterianas, localizada en alguna parte del tracto, ya sea en la vejiga, la uretra o el riñón.

Del total, el 95% de los casos son monomicrobianos (sólo un microorganismo), siendo Escherichia coli, la bacteria responsable del 70-80% de los casos.

Además, está comprobado, que es más común en mujeres. Estudios europeos aseguran que el 50% de la población femenina tendrá una infección en el tracto urinario en algún momento de su vida. Por esta razón, la mayoría de los productos para la prevención de infecciones urinarias, enfocan su comunicación en un target femenino.

La razón se debe a que la longitud promedio de la uretra femenina es solo de 4 centímetros, mientras que la del hombre es de 16. Una uretra más corta permite que las bacterias que viven en el suelo pélvico de la zona genital, puedan subir fácilmente hacia el sistema urinario.

Si bien, el escenario fisiológico femenino nos transforma en potenciales pacientes durante toda nuestra vida, en este artículo abordaremos 2 escenarios en la vida femenina, en los cuales existe un mayor porcentaje de riesgo de contraer una infección urinaria.

Embarazo

Durante esta época el cuerpo cambia. La hormona progesterona relaja los músculos de los uréteres, por lo que se dilatan y provocan un flujo de orina más lento, elevando el riesgo de que las bacterias se reproduzcan y actúen. Lo mismo sucede con la vejiga, que al relajarse, se vuelve difícil vaciarla por completo, elevando el riesgo de reflujo de la orina, lo que permite que esta vuelva a subir hacia los riñones.

Además, durante el embarazo, el pH de la orina cambia, se vuelve menos ácida y más propensa a contener glucosa, elevando así el riesgo de proliferación de bacterias.

Debido a esto, las infecciones urinarias son bastante comunes durante la gestación, pero si no son tratadas a tiempo, pueden agravarse y transformarse en una pielonefritis aguda, lo que puede generar desde una prematurez, un aborto o un recién nacido con bajo peso, hasta transformarse en una causa de muerte si se complica con sepsis o insuficiencia renal.

Menopausia

Se estima que más del 10% de mujeres mayores de 50 años presentan infecciones urinarias reincidentes. Estudios han determinado que los cambios que provoca la menopausia, tales como el déficit hormonal, el debilitamiento del suelo pélvico o la existencia de pérdidas de orina, pueden fomentar su aparición.

Un diagnóstico específicamente ligado a la menopausia y que aumenta la incidencia de infecciones es la vaginitis atrófica, que consiste en el adelgazamiento de las paredes de la vagina y en una disminución de su lubricación.

¡Un último dato! Recuerda que los hombres también sufren infecciones urinarias. De hecho, con una alta frecuencia durante su primer año de vida y al sobrepasar los 50 años, en estrecha relación con los problemas de próstata.

Debido a esto, seas hombre o mujer, te recomendamos actuar de manera preventiva respecto a este tema, fortaleciendo y suplementando tu cuerpo con Berrymed C, que cuenta con las propiedades y nutrientes del Cranberry, la Manzanilla y la Vitamina C, componentes con beneficios científicamente comprobados como ayudantes en problemas relacionados con el sistema urinario.

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